miércoles, 15 de octubre de 2014

qué necesitás? - un vino cigarrillo lluvia pezones necesito un
tarro de pintura necesito título títulos ideas necesito argumentos quizá lineamiento poner en agua legumbres por el hierro por la palidez
se te
nota que necesitás en la cara se te nota en la cara alrededor de los ojos toser toser toser un escupitajo inevitable jum perdón estoy difónica
cofcof se entiende? cof hola? sí? calendarios alarmas apacibles harían falta hacé una lista mi a m o r
podemos comprar un tarro de zapallos en almíbar para no sé. haría falta una lista y empujar un chango de supermercado te animás a irnos corriendo te animás a robarnos un
comernos las papas entre las góndolas chuparnos los dedos entre las góndolas
sh no digas nada acabo de meterme pastillas importadas en los pantalones
se nota si camino? parece que algo raro es pero bueno quién va a tocarme quien una alarma ?
necesitamos alarmas apacibles mmmm descanso
esa tarde que llovía llovía y el despertador se llamaba ringtropical y era una tormenta y un llamador de ángeles y nos quedamos re dormidos y después oh muy rápido rápido ponerse la ropa para que no nos echen o  nos descuenten horas o nos pongan mediafalta ausente por
pajeritos por pajaritos
tenemos que perdonarnos siempre por las lluvias y las lluvias buenos momentos mmmm el ruido el trueno esa luz violefucsia que te ilumina la cara justo cuando mm o al dormir y veo que soñás que te caés , ay. yo te explico que eso sucede porque tus músculos se relajan y dejás de sostenerte
confiá en ese colchón, te gustaría sentir
nada? fric
los momentos en que se te ponen los pelos de punta en orden como un efecto dominó, una ficha de tu puzzle cae sobre otra y otra y otra y te quedás desarmado
puedo ver
pedacitos de vos
por ahí un ojo , me gustaría unirlo a tu ceja me gustaría encontrarla y tu párpado pero está oscuro
necesito una
lamparita una idea
mientras te
dislexiqueo un relato de mis sueños porque me nerviosa
me hipnotizo la panza para que no me cruja porque me da rabia que alguien más escuche lo que pasa acá adentro
sh! es un poco
imposible pero solo un poco imposible
después
siempre está el momento milagroso que no lo podías creer en que oh yo no escuché nada raro, fue tu cabeza o la mía la que dijo esa frase? esa que decía chau me voy a casa

te pusiste blanco

encuentro amigos en antologías.


hay una araña multicolor tejiendo una tela
transparente
solo veo la araña y los bichos que van quedando atrapados,
la araña los envuelve como en caramelos
y los deja secar mientras teje
más
y nosotros amigos humanos zombies y grandes animales
pasamos entre las telas sin romperlas
cada vez más
rodeados de la tela
cada vez más
 nombres conocidos,
las frases que dije ayer y encuentro hoy en el diario o en un libro
las iniciales, las siglas, las adivinanzas en una patente.
a veces llegan chicas
y chicos que dejan pegadas con post-it en el aire
recordatorios,
hoy te vi comer
en un ataque de gula
bichos como caramelos
pensando que venían de la nada para vos,
estabas maravillado porque flotaban,
y porque las poesías hablan de vos,
tomaste las costritas con delicadeza
y te las metiste en la boca
hasta que encontraste una nota que decía
tené cuidado
y vi desde un rincón a la araña
que lloraba cansada y muerta de hambre
reponiéndose y tejiendo
a velocidad supersónica
una hamaca paraguaya para vos
una colcha para vos,
una
mantita de viaje para vos.

ella multicolor se relamía


domingo, 12 de octubre de 2014

afuera estaba él jugando un futbol. solo y dominguero. estaba la calle desierta. vacía parecía: con el ruido de los bichos de la tarde saturando el aire, el sol pegando duro en la vereda, enfrente apenas sombra;  él y el futbol solo contra la fachada de la casa de la abuela que dormía.  yo  miraba por la ventana desde adentro, fumándole los puchos y pensando que cuando bajara el sol iba a tener que salir a comprar otros. unos para él, otros para mí y otros para la abuela, muchos puchos, porque qué sabía si no se venía, o cuánto tiempo íbamos a esperar. porque el volcán humeaba y la tierra venía crujiendo los últimos días.
habíamos hablado de "los últimos días". estábamos pensando  un epitafio y nos dimos cuenta de que si el volcán entraba en erupción o si estallaba de alguna manera íbamos a quedar cremados y sepultados a la vez. y él me decía: a vos te parece venir a morirnos acá? y a mí me parecía que sí, que dentro de todo... pero él  decía que si hubiéramos estado en otro lado no hubiéramos muerto. y yo le dije que todavía no estábamos muertos. él se quedó callado
y ahí agarró el futbol y se fue a patear afuera . yo le dije que no pateara contra el portón porque la abuela dormía. y lo terrible es que me hizo caso, y solo hacía jueguitos. se escuchaba el ruido corto del aire de la pelota chocando contra su rodilla. se escuchaba como si fuera su concentración. yo le seguía la cuenta, uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho. era muy bueno. lo miraba… tan negro y flaco y despierto y me daba pena que fuera a morirse así. pero ya lo habían dicho en la tele y mientras los vecinos se iban a otras ciudades estaba la abuela que decía que no, que a dónde íbamos a ir. y la verdad es que a dónde íbamos a ir si no teníamos un peso ni a nadie en otro lado y estaba la abuela obstinadísima con que no podía ser que el volcán estuviera en actividad así mágicamente.
nosotros un poco confiábamos en ella. y desde su casa bajita lo que veíamos era el humo a la distancia saliendo del cráter. y veíamos que cada vez había menos autos. y que el cielo por momentos se llenaba de helicópteros.
él me pidió que no nos torturara con la radio. y la abuela tuvo un ataque de rabia a la hora de comer con el noticiero, así que no prendimos más la tele. porque queríamos estar bien. así que pensamos que era mentira. pero yo lo veía ahí afuera al sol, y veía el sol, la cuadra de sol, y la sombra, que iba extendiéndose con los minutos, y escuchaba a la abuela roncar la siesta y me parecía que escuchaba a los cigarros mientras me los fumaba, y me daba cuenta que no podía ser todo. ni tan mentira ni tan verdad. no podía ser. que otro verano así. sintiendo que iba a pasar algo, tratando de zafar y no, porque estábamos como fantasmas, cagados de calor, fumando, tomando cerveza sin charlar casi siempre, pidiéndonos silencio mutuamente todo el tiempo, y la gente del barrio yéndose. como si la abuela, él y yo estuviéramos copando el barrio. que se estaba haciendo nuestro mientras se hacía de nadie y se destinaba a la catástrofe. yo pensaba: cómo nadie vino a obligarnos? cómo no nos pasa igual que a lo locos o a los tercos que los sacan a la fuerza de algún sitio cuando corren peligro? , pero nosotros estábamos flotando en la pereza, sanos y salvos y bastante lúcidos. la abuela tenía suficiente fuerza como para fumarse todos esos cigarrillos también y leer como leía y hablar como hablaba y discutir todo. y también hubiera tenido fuerza para quedarse si la arrastraban y hubieran tenido que atarla y sedarla y ella hubiera gritado. los tres hubiéramos gritado, porque ya era una desición tomada quedarnos. yo lo veía así, pero tenía la esperanza, a veces, de que si el peligro era verdad alguien nos salvaría a tiempo, y también tenía la esperanza de que  fuera una  mentira y pensaba que ojalá fuera mentira mientras lo miraba a él esa tarde y escuchaba el motor de la heladera y todo estaba así de aparentemente quieto.
entonces le pegó un pelotazo al portón y le chisté. él dejó que la pelota volviera a sus pies y la levantó , se la apoyó en la cadera y me dijo qué querés que haga.
yo le hice señas para que se acercara y me senté en la ventana. estaba usando una taza de cenicero, él  la agarró por el asa, olió y miró el interior e hizo que el resto de té se removiera en el fondo. odio que hagas esto, me dijo. yo lo miré y vi arruguitas en su cara. pensé que estaba viejo. grande. y que al crecer se había puesto más seguro de sí mismo. le dije que la abuela dormía y me preguntó si yo me hacía o era pelotuda. le dije qué querés que haga. y me imitó: la abuela duerme.
la abuela duerme la abuela duerme . y seguió: me preguntó si había mirado el volcán. le dije que lo único que había visto era el humo.
¿no te acercaste nunca? .

¿ves este calor? dijo, y se pasó el dorso de la mano por la frente para mostrarme el sudor. "no es el verano".

¿qué decís? le dije, y me explicó que el magma estaría subiendo y que el calor del centro debía estar irradiándose por las calles. me dijo ¿no sentís olor a fuego en el aire?
yo pensé que estaba loco. pero casi automáticamente empecé a ser consciente del calor que hacía. me empezó a doler en la nariz como si fuera a sangrar. tuve la imagen mental de un chorro de sangre. sí, ya sé, no me siento bien, le dije y me dijo: tomá agua.
busqué agua en la heladera y fue un alivio. la cocina estaba fresca y más oscura. fue un placer descansar los ojos. reposé apoyada en la mesada, él se había quedado en el living. lo veía moverse como si estuviera revolviendo algo. ¿qué hacés? le pregunté, me dijo que yo tenía que ver el volcán. que podíamos verlo desde el puente de la estación, así que fuimos. en el camino él me empezó a contar teorías que tenía acerca de cómo podía terminarse todo. me dijo que pensaba que era fascinante que no hubiera manera de impedir que estallara y que también era importante cómo las personas se apuraban a irse para cuidar sus vidas.
subimos al puente y lo vimos. estaba lejos, pero el humo salía en esferas densas de gris oscuro y juraría que había un círculo rojo como el de un habano pitándose a lo lejos. sentí asco y el dolor antes de sangrar por la nariz. un chorro espeso del lado izquierdo. náuseas.
tarada, me dijo. y me apoyó la botella de agua en la nuca.

me bajó la presión- le dije. y me indicó que no pusiera la cabeza para atrás porque me iba a tragar toda la sangre. deseé estar por desmayarme pero en vez de eso estuve mareada un rato, fuerte, girando todo fuerte y paulatinamente más despacio hasta estabilizarme. él me abanicó con impaciencia y mientras me corría los pelos de la cara me preguntó qué esperaba sentir cuando el volcán estallara, y yo le dije que esta descompostura no era el miedo, era por el calor. ¿eso es mejor? me dijo.

miércoles, 1 de octubre de 2014

leyenda contada a los niños durante un paseo en el zoo

--¿y eso qué es?--

Un hombre que iba desnudo se acercó al estanque y vio un piso reluciente de azulejo celeste de baño, reflejos de hexágonos luminosos por el agua y el sol.
Pareció que
las monedas estaban cerca, al alcance de la mano.
Se inclinó y metió la mano en el agua. Estaba tibia. Vio su cara de tonto que se desarmaba en piezas angulosas sobre la superficie y se tentó de mojarse. Metió la punta de la nariz y se mojo también los labios e hizo burbujas intencionales.
Recordó
que odiaba los juegos grupales de agua porque amaba estar solo, en el agua, a la hora de la siesta, y amaba el agua casi quieta, perturbándose alrededor de su cuerpo sumergido, según cómo este se moviera.
Experimentó la sensación de control e ilusión.
Como no llegaba a tocar las monedas con la punta de los dedos, arrodillado en tierra seca y firme, metió el brazo hasta el hombro en el estanque. Se confundió un  poco porque aún no tocaba los azulejos y metió la cabeza para mirar. Las monedas estaban allí, y eran más de las que él pensaba. Sacó la cabeza para respirar y volvió a meterla.
Y sus dos brazos.
E intentó agarrar las monedas, removió el agua y vio flotar cerca de él una cadenita de plata. Se le perdió en la espuma blanca. Se metió más.
Hasta que más de la mitad de su cuerpo estaba en el agua. Desde arriba uno lo hubiera visto partirse en dos, refractarse como un sorbete en la gaseosa. Se metió más,
más, la pelvis los muslos las rodillas los pies y nadó
Nadó nadó bajó e intentó llegar al fondo hasta que se quedó sin aire y tuvo que subir de nuevo.
Cuando miró otra vez, en el estanque habían pescaditos naranjas y transparentes. Se paró en el borde y de un clavado se estalló la cabeza.

Aquí yace el cráneo soñador

entre anémonas y sapos.